Nuestro insigne literato boyacense cuenta
con exceso de modestia las facetas creativas de su obra universal. Los
paratextos de su obra carnavalizada no lo dejan hablar, le disputan la palabra,
de tal manera que son ellos quienes quieren dar cuenta de la esencialidad de su
prosa. Este narrador, ensayista, cuentista, periodista de la Radio Nacional y
promotor de talleres de lectura ha explorado las temáticas de la guerra y la
paz, la crisis del amor, los mitos ancestrales, el bolero y el latín jazz, la
literatura policíaca, el fútbol y la drogadicción, los manuales de historia y
literatura nacional.
Encontrar a Fernando Ayala Poveda en la
ciudad del Sol y del Acero fue una grata casualidad, colmada de evocaciones
dialógicas sobre sus avatares escriturales. El autor de Mujer de Magia Negra se quitó el sombrero para referirse a su
Boyacá épica e idílica, mientras la fuerza de su palabra poco a poco fue
configurando esta entrevista.
Néstor Guerrero Rodríguez. -
Fernando, la literatura como dijera Borges ¿es su patria?
Fernando Ayala Poveda. - La literatura es la historia de mi propia vida. En medio de los
bosques encantados o de los desiertos rojos, soy el caballero del verde Gabán,
Juan Pablo Castel, el extranjero, el hijo de Comala y Santa María de los
adioses. Cada página es una memoria de
mis pasos ancestrales, la zona de la revelación donde se halla la soledad de
Ulises y los tigres brumosos de Buenos Aires. La palabra me nombra en cada
batalla, me otorga su música, sus epifanías, las pruebas que debo confrontar
como sombra y como prestidigitador, porque como escritor, soy Minos en el
laberinto y Teseo es mi perseguidor.
N.G.R. - Fernando
Ayala vive en reencuentro con sus lectores. Sus lectores crecen al igual que
sus libros. ¿Puede referirse a esa experiencia tan personal en el caso suyo?
F.A.P. - La gracia y los dones que me signan como
escritor me lo otorgan mis lectores, los niños, los jóvenes, los hombres
antiguos y los niños que vienen en camino. Por eso mis libros están embriagados
de Mozart, el rumor del mar, los cantos del maíz y las plegarias de la luna. Mi
obra literaria y mi vida son textos cosmogónicos, palabra polifónica, coral y
carnavalesca. Mi misión es hacer felices
a mis lectores con la felicidad de quien juega ajedrez con su otro en búsqueda
de una gracia compartida, de un triunfo aplazado, de la pasión por el viaje, donde
el jaque mate sólo es el comienzo del fin del camino. No escribo como un fin en
sí mismo, escribo como un trabajo donde en cada jornada, debo ganarme el pan
del arte honradamente y ese trabajo apasionante implica compartir el fuego, la
palabra y la oración del café.
N.G.R. - ¿Le afecta de alguna manera la opinión de
los críticos?
F.A.P. Resulta
interesante el trabajo de los ensayistas que exploran nuevos mundos. En nuestro
país la crítica apenas es subterránea por distintos problemas económicos,
editoriales y culturales. Vivimos un desorden cultural, educativo, familiar, en
razón a una violencia de distintos acentos.
N.G.R. - ¿A qué factores atribuye la excelente
receptividad que tienen sus obras de literatura infantil por parte de la
juventud colombiana?
F.A.P. - Los niños se reconocen en mis 44 libros. Cada
escritor es un niño ruso, francés, italiano, latinoamericano donde la identidad
concede la gracia de la pasión por tantas obras literarias mágicas y gracias a
su autenticidad se hace universal. Asimismo, lo universal se hace personal cuando
desciframos que los niños rusos son los mismos boyacenses, los niños viajeros
que emprenden el camino al colegio y caminan cinco horas para llegar. Mi literatura bebe de las fuentes de la
unidad para llegar a la diversidad y a la nota musical que desea la sinfonía
para escucharse como todo y como solo, como soliloquio y como memoria del
mundo.
N.G.R. - ¿Existe una
intención consciente de dar un mensaje en cada uno de sus obras?
F.A.P. - El dolor, la
felicidad, la incertidumbre, la belleza, la guerra, viven en mis libros porque
la humanidad está atada a esos destinos, misteriosos o condiciones de su propia
existencia.
N.G.R. ¿Es muy
dispendioso para usted el proceso de escribir?
F.A.P. - Es complejo,
pero también sencillo. Vivo con los dones, pero los transpiro. Soy hombre de
batalla. Cuando escribo un libro lucho por no fracasar. Si fracaso es un
triunfo de mi máximo esfuerzo. Soy un escritor victorioso que en casos extremos
puede hundirse con las luces encendida de su nave. Esa herencia la recibí de Conrad,
Cervantes, y Hemingway. El hombre puede ser vencido, pero jamás destruido. El
trabajo de la esperanza nos advierte que la muerte es una mentira cuando se ha
trabajado bien en la vida.
N.G.R. - ¿Podrías decirnos si en su caso, es la
imaginación, la experiencia o el análisis lo que determina ese proceso
escritural?
F.A.P. -La urdimbre, el
entrelazamiento, la cocina literatura, el oficio de tejer, la pasión de
componer, están a la servicio de la humanidad compleja que surge de mi
escritura.
N. G. R. -¿Tiene un
método particular para escribir?
F.A.P. - Escribo como
aquel que se prepara para el último combate de su vida. Por eso celebro el baño
bautismal de la palabra. Mi mente, mi cuerpo y mi hogar se transforman en el
jardín o en el campo de los guerreros. Yo también soy el último héroe. De no
existir los héroes, tendría que inventarlos, Sin héroes o sin antihéroes la literatura
sería banal.
N.G.R. - ¿La historia de sus correcciones es
incesante?
F.A.P. -¿Soy el más viejo y antiguo jardinero,
tejedor, panadero, artesano y artista. Mi trabajo es incesante y no termina
nunca. De ahí mi desasosiego, pero no me abandona jamás el valor para escalar
la cumbre del nuevo día. El Coraje de vivir, Fugitivo del miedo, La
mirada del adiós; Robinson, rey de los dormidos; Mujer de magia negra, Los
colores de la fama, entre otros, han sufrido años de continúo
perfeccionamiento.
N.G.R. -¿Comenta con sus amigos lo que está
escribiendo y piensa en el lector?
F.A.P. - No. Sólo sondeo
los gestos, frente a ciertas señales que me permiten orientarme en medio de la
noche.
N.G.R. - ¿De lo que ha
escrito qué es lo que más prefiere?
F.A.P. - Sólo he escrito un libro con muchas caras.
Su tema es la memoria del coraje sin fisuras. La fisura es la grieta por donde
la rata nos aborda y nos devora el alma, las utopías, los sueños. Soy la rata
pero también la armadura, en especial el espíritu que se metamorfosea. De ahí
que mi literatura haga reír a los tristes.
N.G.R.
-¿Cuáles
son las influencias de las que es consciente?
F.A.P.
- Pinocho, Ulyses, El capitán Silver, Hamlet. En mi hogar todos los mundos son
posibles.
N.G.R. - ¿Su “Manual de literatura Colombiana” ha sido un
aporte imprescindible para los estudiosos de la literatura nacional, es posible
que en una nueva edición se incluya a los escritores de la última generación?
F.A.P. - En la edición 42. La defino como vanguardia
que va de la picaresca a la sicaresca. Cada movimiento se inventa sus propios marketing,
promotores, mentiras, vanidades y mitos. Luego el olvido ordena la casa y
sobreviven dos o tres autores, tal vez un libro. Los escritores debieran ser
más generosos consigo mismos y no excluirse ni asumirse como rivales y
detractores. Sin embargo esa vieja pelea de los falsos dioses, los bufones y
los auténticos no termina nunca. El egoísmo es asesino.
N.G.R. - ¿A qué obra
está dedicado ahora?
F.A.P. - He terminado una novela titulada La
guerra de los niños, la historia de sus desarraigos y violencias, los
eternos desplazados, asolados y desplazados del medio siglo. Esa obra intenta
explica el vórtice del conflicto colombiano, sin malos ni buenos, sin ricos ni
pobres, sin mentiras ni dogmas.
N.G.R. - “Los
colores de la fama” fue un éxito televisivo. ¿Por qué no ha incursionado más en
ese medio?
F.A.P - Pueden deformar
las obras y volverlas basura. Yo no acepto que mis héroes sean maquillados como
matones, prostitutas y mala raza. Mis libros expresan lo más sublime de nuestro
pueblo, sin ocultar su condición oscura, pero nunca aparecen como los malos de
la película universal.
N.G.R. - ¿Hay ideas políticas
mezcladas con sus ideas literarias que se reflejen de alguna manera en sus
obras?
F.A.P. - Mi visión no es
más que la de utopía, pero la mano de mi escritura no apaga las luchas, las
convulsiones, los sueños, los idearios de distintos colectivos. Es urgente
iluminarlos para no morir de oscuridad y de sordera.
N.G.R. - ¿Algunos escritores viven
momentos de ansiedad y soledad, propios de sus avatares poéticos, ¿Cómo se las arregla para lograr superar
tales momentos?
F.A.P La comunión con mis lectores. Yo visito a mis lectores como al
hermano, al padre, al hijo. Me gusta celebrar la felicidad de estar vivo en
medio de tanta muerte.
N.G.R. - ¿Considera que la tecnología ha producido una crisis de valores de la cultura
humanística, y desde luego esto ha afectado a su prosa?
F.A.P. - Mi literatura es
una nube que se pasa sobre cada casa. A los niños les gusta bañarse con la
lluvia de esa nube, o con el sol que deja ver después. No soy un autor chico,
ni grande, famoso, ni anónimo, importante o desconocido. Ni incomodo a ninguna
editorial, ni sueño con que ser el otro. Vivo en mi casa como Exupery vivía en
la suya, limpiando los volcanes. Reforesto los desiertos con humildad. Todo
acento de vanidad me disminuiría como ser humano. Lo más parecido a un escritor es un santo,
decía Tolstoi. No soy lo uno ni lo otro. Sólo soy un hombre que busca
realizarse en el abrazo de los niños sin niñez para devolverles su canto y para
que me ayuden a ser mejor escritor, ese estado de gracia que es una sucesión de
fantasías, nombres y silencios. A la vuelta del camino, esos los vuelvo a ver
como médicos, gigantes, exploradores y sabios. Los lectores crecen.
N.G.R. - ¿Cuál es su impresión
acerca de la producción literaria actual de los escritores boyacenses?
F.A.P. - Los niños se han tomado el mundo de las historias. Boyacá
será cada vez el país de la imaginación. La Cámara del Comercio de Sogamoso
tiene un concurso de cuento de primera línea que apoyamos quienes amamos la
cultura de la escritura.
N.G.R. - ¿Su formación
académica en el mundo provincial de
Sogamoso, influyó de alguna manera en su vocación como escritor?
F.A.P. - Mi vida en
Sogamoso fue un parque, la soledad de las esquinas, el asombro de preguntas sin
respuesta, llamar a una puerta desconocida. Gracias a esas experiencias, hoy
las puertas están abiertas para mi, excepto en aquellas puertas donde no vive
la gracia sino la oscuridad de la soberbia, a pesar de las alas de los ángeles
que parecen señalar allí la luz.
N.G.R. – Algunas instituciones
educativas de Sogamoso se disputan su formación académica y por consiguiente
las influencias para moldear al escritor que es usted hoy. ¿Qué opina de eso?
F.A.P. - Soy hijo de un proceso educativo. Cada colegio me dio sus
memorias. En realidad Sogamoso es el colegio de los hijos solares. Yo soy su
fruto. La provincia de Sugamuxi tiene las alas de un pájaro que nos acoge a
todos, Monguí, Gámeza, Corrales, Mongua, Firavitoba, Iza. Monquirá, Belencito,
Aquitania y los mil pesebres de Boyacá.
N.G.R. - ¿A pesar de que en
Boyacá carecemos de una verdadera cultura
de la lectura, ¿de qué manera cree que se puede fomentar el hábito
lector en nuestra juventud?
F.A.P. - Entregándose a los niños y jóvenes, desprendiéndose de
intereses personales. Cuando un lector me llama, voy a visitarlo. El tiempo de
mi vida no está señalado para vivirlo en lugares importantes con gentes
importantes y contratos importantes, sino con mis hermanos, compañeros. Ese es
el tiempo de la alegría. Yo vivo como los pájaros, de la fruta.
N.G.R. ¿De alguna
manera en sus obras evoca a Sogamoso,
como un espacio idílico de sus inicios como escritor?
F.A.P. Mi obra literaria
se alimenta de Sogamoso, de la épica del hierro, de las esculturas de carbón, de
la oración del maíz. Ese es el valle de los forjadores. Boyacá es mi país de
nieve, sol y luna. En mi literatura no existe misticismo, sino mística, fe en
el otro, reconocimiento por los campeones del mundo que son los ciclistas,
músicos, héroes de todos los corajes como los niños que venden los frutos de la
tierra en el mercado y viven con el rostro quemado y leen mis libros con amor.
Eso es todo y es el principio. Boyacá debe quitarse el sombrero y la ruana para
que el mundo descubra la belleza de su rostro y la armadura de los viejos
armadores de estrellas. Mi literatura es el espejo de esos hombres de los Andes
que sólo contienen las nubes.