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sábado, 22 de septiembre de 2012

Entrevista al escritor Fernando Ayala poveda

 

Escritor Fernando Ayala Poveda

FERNANDO AYALA POVEDA

ESCRITOR DE VANGUARDIAS

O LA SAGA DE LOS NIÑOS SIN NIÑEZ


Por Néstor Guerrero Rodríguez


Nuestro insigne literato boyacense cuenta con exceso de modestia las facetas creativas de su obra universal. Los paratextos de su obra carnavalizada no lo dejan hablar, le disputan la palabra, de tal manera que son ellos quienes quieren dar cuenta de la esencialidad de su prosa. Este narrador, ensayista, cuentista, periodista de la Radio Nacional y promotor de talleres de lectura ha explorado las temáticas de la guerra y la paz, la crisis del amor, los mitos ancestrales, el bolero y el latín jazz, la literatura policíaca, el fútbol y la drogadicción, los manuales de historia y literatura nacional.

Encontrar a Fernando Ayala Poveda en la ciudad del Sol y del Acero fue una grata casualidad, colmada de evocaciones dialógicas sobre sus avatares escriturales. El autor de Mujer de Magia Negra se quitó el sombrero para referirse a su Boyacá épica e idílica, mientras la fuerza de su palabra poco a poco fue configurando esta entrevista.

Néstor Guerrero Rodríguez.  - Fernando, la literatura como dijera Borges ¿es su patria?

Fernando Ayala Poveda. - La literatura es la historia de mi propia vida. En medio de los bosques encantados o de los desiertos rojos, soy el caballero del verde Gabán, Juan Pablo Castel, el extranjero, el hijo de Comala y Santa María de los adioses. Cada página es  una memoria de mis pasos ancestrales, la zona de la revelación donde se halla la soledad de Ulises y los tigres brumosos de Buenos Aires. La palabra me nombra en cada batalla, me otorga su música, sus epifanías, las pruebas que debo confrontar como sombra y como prestidigitador, porque como escritor, soy Minos en el laberinto y Teseo es mi perseguidor.

N.G.R.  - Fernando Ayala vive en reencuentro con sus lectores. Sus lectores crecen al igual que sus libros. ¿Puede referirse a esa experiencia tan personal en el caso suyo?

F.A.P.  - La gracia y los dones que me signan como escritor me lo otorgan mis lectores, los niños, los jóvenes, los hombres antiguos y los niños que vienen en camino. Por eso mis libros están embriagados de Mozart, el rumor del mar, los cantos del maíz y las plegarias de la luna. Mi obra literaria y mi vida son textos cosmogónicos,  palabra polifónica, coral y carnavalesca.  Mi misión es hacer felices a mis lectores con la felicidad de quien juega ajedrez con su otro en búsqueda de una gracia compartida, de un triunfo aplazado, de la pasión por el viaje, donde el jaque mate sólo es el comienzo del fin del camino. No escribo como un fin en sí mismo, escribo como un trabajo donde en cada jornada, debo ganarme el pan del arte honradamente y ese trabajo apasionante implica compartir el fuego, la palabra y la oración del café.

N.G.R.  - ¿Le afecta de alguna manera la opinión de los críticos?

F.A.P. Resulta interesante el trabajo de los ensayistas que exploran nuevos mundos. En nuestro país la crítica apenas es subterránea por distintos problemas económicos, editoriales y culturales. Vivimos un desorden cultural, educativo, familiar, en razón a una violencia de distintos acentos.

N.G.R.  - ¿A qué factores atribuye la excelente receptividad que tienen sus obras de literatura infantil por parte de la juventud colombiana?

F.A.P.  - Los niños se reconocen en mis 44 libros. Cada escritor es un niño ruso, francés, italiano, latinoamericano donde la identidad concede la gracia de la pasión por tantas obras literarias mágicas y gracias a su autenticidad se hace universal. Asimismo, lo universal se hace personal cuando desciframos que los niños rusos son los mismos boyacenses, los niños viajeros que emprenden el camino al colegio y caminan cinco horas para llegar.  Mi literatura bebe de las fuentes de la unidad para llegar a la diversidad y a la nota musical que desea la sinfonía para escucharse como todo y como solo, como soliloquio y como memoria del mundo.

N.G.R. - ¿Existe una intención consciente de dar un mensaje en cada uno de sus obras?

F.A.P. - El dolor, la felicidad, la incertidumbre, la belleza, la guerra, viven en mis libros porque la humanidad está atada a esos destinos, misteriosos o condiciones de su propia existencia.

N.G.R. ¿Es muy dispendioso para usted el proceso de escribir?

F.A.P. - Es complejo, pero también sencillo. Vivo con los dones, pero los transpiro. Soy hombre de batalla. Cuando escribo un libro lucho por no fracasar. Si fracaso es un triunfo de mi máximo esfuerzo. Soy un escritor victorioso que en casos extremos puede hundirse con las luces encendida de su nave. Esa herencia la recibí de Conrad, Cervantes, y Hemingway. El hombre puede ser vencido, pero jamás destruido. El trabajo de la esperanza nos advierte que la muerte es una mentira cuando se ha trabajado bien en la vida.

N.G.R.  - ¿Podrías decirnos si en su caso, es la imaginación, la experiencia o el análisis lo que determina ese proceso escritural?

F.A.P. -La urdimbre, el entrelazamiento, la cocina literatura, el oficio de tejer, la pasión de componer, están a la servicio de la humanidad compleja que surge de mi escritura.

N. G. R. -¿Tiene un método particular para escribir?

F.A.P. - Escribo como aquel que se prepara para el último combate de su vida. Por eso celebro el baño bautismal de la palabra. Mi mente, mi cuerpo y mi hogar se transforman en el jardín o en el campo de los guerreros. Yo también soy el último héroe. De no existir los héroes, tendría que inventarlos, Sin héroes o sin antihéroes la literatura sería banal.

N.G.R.  - ¿La historia de sus correcciones es incesante?

 F.A.P.  -¿Soy el más viejo y antiguo jardinero, tejedor, panadero, artesano y artista. Mi trabajo es incesante y no termina nunca. De ahí mi desasosiego, pero no me abandona jamás el valor para escalar la cumbre del nuevo día. El Coraje de vivir, Fugitivo del miedo, La mirada del adiós; Robinson, rey de los dormidos; Mujer de magia negra, Los colores de la fama, entre otros, han sufrido años de continúo perfeccionamiento.

N.G.R.  -¿Comenta con sus amigos lo que está escribiendo y piensa en el lector?

F.A.P. - No. Sólo sondeo los gestos, frente a ciertas señales que me permiten orientarme en medio de la noche.

N.G.R. - ¿De lo que ha escrito qué es lo que más prefiere?

F.A.P.  - Sólo he escrito un libro con muchas caras. Su tema es la memoria del coraje sin fisuras. La fisura es la grieta por donde la rata nos aborda y nos devora el alma, las utopías, los sueños. Soy la rata pero también la armadura, en especial el espíritu que se metamorfosea. De ahí que mi literatura haga reír a los tristes.

N.G.R.  -¿Cuáles son las influencias de las que es consciente?

F.A.P. - Pinocho, Ulyses, El capitán Silver, Hamlet. En mi hogar todos los mundos son posibles.

N.G.R. - ¿Su  “Manual de literatura Colombiana” ha sido un aporte imprescindible para los estudiosos de la literatura nacional, es posible que en una nueva edición se incluya a los escritores de la última generación?

F.A.P.  - En la edición 42. La defino como vanguardia que va de la picaresca a la sicaresca. Cada movimiento se inventa sus propios marketing, promotores, mentiras, vanidades y mitos. Luego el olvido ordena la casa y sobreviven dos o tres autores, tal vez un libro. Los escritores debieran ser más generosos consigo mismos y no excluirse ni asumirse como rivales y detractores. Sin embargo esa vieja pelea de los falsos dioses, los bufones y los auténticos no termina nunca. El egoísmo es asesino.

N.G.R. - ¿A qué obra está dedicado ahora?

F.A.P.  - He terminado una novela titulada La guerra de los niños, la historia de sus desarraigos y violencias, los eternos desplazados, asolados y desplazados del medio siglo. Esa obra intenta explica el vórtice del conflicto colombiano, sin malos ni buenos, sin ricos ni pobres, sin mentiras ni dogmas. 

N.G.R. - “Los colores de la fama” fue un éxito televisivo. ¿Por qué no ha incursionado más en ese medio?

F.A.P - Pueden deformar las obras y volverlas basura. Yo no acepto que mis héroes sean maquillados como matones, prostitutas y mala raza. Mis libros expresan lo más sublime de nuestro pueblo, sin ocultar su condición oscura, pero nunca aparecen como los malos de la película universal.

N.G.R. - ¿Hay ideas políticas mezcladas con sus ideas literarias que se reflejen de alguna manera en sus obras?

F.A.P. - Mi visión no es más que la de utopía, pero la mano de mi escritura no apaga las luchas, las convulsiones, los sueños, los idearios de distintos colectivos. Es urgente iluminarlos para no morir de oscuridad y de sordera.

N.G.R. - ¿Algunos escritores  viven  momentos de ansiedad y soledad, propios de sus avatares poéticos,  ¿Cómo se las arregla para lograr superar tales momentos?

F.A.P La comunión con mis lectores. Yo visito a mis lectores como al hermano, al padre, al hijo. Me gusta celebrar la felicidad de estar vivo en medio de tanta muerte.

N.G.R. - ¿Considera que la tecnología ha  producido una crisis de valores de la cultura humanística, y desde luego esto ha afectado a su prosa?

F.A.P. - Mi literatura es una nube que se pasa sobre cada casa. A los niños les gusta bañarse con la lluvia de esa nube, o con el sol que deja ver después. No soy un autor chico, ni grande, famoso, ni anónimo, importante o desconocido. Ni incomodo a ninguna editorial, ni sueño con que ser el otro. Vivo en mi casa como Exupery vivía en la suya, limpiando los volcanes. Reforesto los desiertos con humildad. Todo acento de vanidad me disminuiría como ser humano.  Lo más parecido a un escritor es un santo, decía Tolstoi. No soy lo uno ni lo otro. Sólo soy un hombre que busca realizarse en el abrazo de los niños sin niñez para devolverles su canto y para que me ayuden a ser mejor escritor, ese estado de gracia que es una sucesión de fantasías, nombres y silencios. A la vuelta del camino, esos los vuelvo a ver como médicos, gigantes, exploradores y sabios. Los lectores crecen.

N.G.R. - ¿Cuál es su impresión acerca de la producción literaria actual de los escritores boyacenses?

F.A.P. - Los niños se han tomado el mundo de las historias. Boyacá será cada vez el país de la imaginación. La Cámara del Comercio de Sogamoso tiene un concurso de cuento de primera línea que apoyamos quienes amamos la cultura de la escritura.

N.G.R. - ¿Su formación académica en  el mundo provincial de Sogamoso, influyó de alguna manera en su vocación como escritor?

F.A.P. - Mi vida en Sogamoso fue un parque, la soledad de las esquinas, el asombro de preguntas sin respuesta, llamar a una puerta desconocida. Gracias a esas experiencias, hoy las puertas están abiertas para mi, excepto en aquellas puertas donde no vive la gracia sino la oscuridad de la soberbia, a pesar de las alas de los ángeles que parecen señalar allí la luz.

N.G.R. – Algunas instituciones educativas de Sogamoso se disputan su formación académica y por consiguiente las influencias para moldear al escritor que es usted hoy. ¿Qué opina de eso?

F.A.P. - Soy hijo de un proceso educativo. Cada colegio me dio sus memorias. En realidad Sogamoso es el colegio de los hijos solares. Yo soy su fruto. La provincia de Sugamuxi tiene las alas de un pájaro que nos acoge a todos, Monguí, Gámeza, Corrales, Mongua, Firavitoba, Iza. Monquirá, Belencito, Aquitania y los mil pesebres de Boyacá.

N.G.R. - ¿A pesar de que en Boyacá carecemos de una verdadera cultura  de la lectura, ¿de qué manera cree que se puede fomentar el hábito lector en nuestra juventud?

F.A.P. - Entregándose a los niños y jóvenes, desprendiéndose de intereses personales. Cuando un lector me llama, voy a visitarlo. El tiempo de mi vida no está señalado para vivirlo en lugares importantes con gentes importantes y contratos importantes, sino con mis hermanos, compañeros. Ese es el tiempo de la alegría. Yo vivo como los pájaros, de la fruta.

N.G.R. ¿De alguna manera en sus obras evoca  a Sogamoso, como un espacio idílico de sus inicios como escritor?

F.A.P. Mi obra literaria se alimenta de Sogamoso, de la épica del hierro, de las esculturas de carbón, de la oración del maíz. Ese es el valle de los forjadores. Boyacá es mi país de nieve, sol y luna. En mi literatura no existe misticismo, sino mística, fe en el otro, reconocimiento por los campeones del mundo que son los ciclistas, músicos, héroes de todos los corajes como los niños que venden los frutos de la tierra en el mercado y viven con el rostro quemado y leen mis libros con amor. Eso es todo y es el principio. Boyacá debe quitarse el sombrero y la ruana para que el mundo descubra la belleza de su rostro y la armadura de los viejos armadores de estrellas. Mi literatura es el espejo de esos hombres de los Andes que sólo contienen las nubes.